Yo soy de tu llanto, el rocío,
de tus labios, el canto,
la pena de tus primaveras,
soy de tus horas, el día,
el paso siempre firme,
soy el incauto, y te amo
por fuerza de mirarte un solo instante.
No necesito más que tu descanso en mi agonía,
los surcos de tus manos en la mía.
Y te quiero a fuerza de reírte,
con solo oírte, mi alegría,
porque me ganas, me ganaste,
¡Madre mía!