AMALIO, EL INFLUYENTE

-Atrapado en las redes-

 

Estando de vacaciones en un pueblo de Cáceres, Logrosán, pasando unos días de relax, evadido del estrés diario de la ciudad, me encontré con un amigo de la infancia. Hacía años que no lo veía, Amalio “El Calambuco” lo llamaban.

-Pedro- -Hola Amalio, ¡cuánto tiempo!, ¿qué tal estás?

-Amalio- -¿La contraseña?

-Pedro- -¿Qué contraseña?  

-Amalio- -La contraseña para hablar conmigo.

-Pedro- -¿Estamos tontos o qué? -Pregunté sorprendido, pensando que era algún tipo de broma-.

-Amalio- -Hola Pedrillo, pues estoy bien, aquí ando con los achaques de siempre, sin novedad, y ¿tú…?

-Pedro- -O sea, que me pides la contraseña y ahora…, como si no pasase nada, te pones a hablar conmigo. –En este punto ya me atrapó en sus redes-

-Amalio- -Claro, porque la contraseña para hablar conmigo era esa, la has acertado.

-Pedro- -¿Cuál?                  

-Amalio- -Pues esa, la que has dicho: ¿Estamos tontos o qué?”    

-Pedro- -A ver, Amalio, tranquilízate un poco, que te noto algo perdío.

-Amalio- -¡Que va!, no estoy nervioso, lo que pasa es que soy influencer en redes sociales y tengo que tener mucho cuidao con quien se mete en las conversaciones porque si no, te pueden robar la identidad, entre otras cosas.

-Pedro- -Tú no te preocupes que me parece a mí que la identidad, precisamente, no te la van a robar. Oye, que me voy a tener de ir.

-Amalio- -Pues no lo entiendo, te pregunto la contraseña, me la dices, la aciertas, empiezas a hablar y… ¿ahora te vas?

-Pedro- -Pero ¿por qué es necesario una contraseña para hablar contigo?

-Amalio- -Eso mismo me pregunto yo, ¿por qué es necesario una contraseña para hablar contigo?, no sabía que tú también tuvieses contraseña.

-Pedro- -Es que yo no tengo ninguna contraseña para hablar con nadie, al menos cara a cara.

-Amalio- -Para hablar conmigo sí, la tienes, y la sabes, porque la has acertado.

-Pedro- -¿Cómo?, ¿pero qué dices Amalio?    

-Amalio- -Pero si la acabas de decir: ¿Estamos tontos o qué? Esa era la contraseña para hablar conmigo. Sin embargo, para hablar contigo aún no tengo ninguna, pero vamos que, si quieres, la creo en un momento. Voy a pensar una… espera.

-Pedro- -Pues yo, con embargo, te digo: ¡Hostias, hostias, hostias, no me lo puedo creer!

-Amalio- -Déjame explicarte: Hace tiempo que yo hablaba mucho conmigo, durante horas, y decidí que, para no hablar conmigo tanto, debía crear una contraseña que olvidaría al momento, así otras personas podrían hablar conmigo, pero yo no; en este caso tú sí que puedes hablar conmigo, pero yo no puedo hablar conmigo mismo. Bueno…, sí que puedo, pero no debo, al igual que yo puedo hablar contigo, pero tú no debieras hablar contigo mismo, si no, la gente van a pensar que estás hablando solo, que estás tonto, loco o qué se yo qué lo que van a pensar… asín que ten cuidao. ¿Lo entiendes, o no?

-Pedro- -¿Qué…? Oye, que me tengo que ir Amalio, de verdad, que llevo prisa.

-Amalio- -Vale, ¿la contraseña?

-Pedro- -¿Otra contraseña, para qué?

-Amalio- -Pues para cerrar sesión y dejar de hablar conmigo.

-Pedro- -¿Estamos tontos o qué?

-Amalio- -No, esa no es… esa ya caducó hace rato.

-Pedro- -Entiendo…, -asentí con la cabeza, dándome por vencido-.

-Amalio- -¡Pues sí, has vuelto a acertar, esa es! Venga, que te vaya bien, y a ver si nos volvemos a ver pronto y hablamos.

-Pedro- -Pues la próxima vez que nos volvamos a ver, hablaremos porque me veas tú a mí primero y yo no me dé cuenta, porque como sea yo quien te vea a ti, dudo que te de tiempo a verme, y mucho menos a que hablemos –Pensé-. Cuídate mucho Amalio.

Madrid, 8 de noviembre de 2021

Pedro Moreno «Parrina»

 

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