• A la Orilla del Mar
  • De otoño, una tarde,

    subí a lo más alto

    de tu logrosana sierra

    y, desde allí, una tarde

    de niebla, pude ver el mar

     

    Una noche, de verano,

    fui a tu fuente -el helechal-

    y, desde allí, entre un océano

     de estrellas, una noche,

    pude ver el mar.

     

    A cualquier hora, en primavera,

    los días visten tus campos,

    de oro, de grana, de verde encinar,

    y, entre los jarales, de blancas perlas,

     se puede ver el mar

     

    Al amanecer, en invierno,

    desde la ermita y, en soledad,

     al consuelo de la dehesa, te aseguro que:

     en el azul de sus ojos, al amanecer,

      se puede ver el mar.

moreno linares b