No soy vago -Ah claro- Es simple alergia al propio sudor.
No soy flaco ¡Qué falso! Es sólo apariencia exterior.
No soy alto -Venga ya- -Dijo un enano -Ya quisiéramos mi hermano y yo.
No soy cabra, sino cabrón -afirmó un idiota que se cruzó.
No soy blanco, sí de color piel, claro, moreno apellidado.
No soy andrógino, excepto en carnaval, no tengo homónimo, ni soy heterodoxo, en apariencia, cuando afirmo que, en cuanto a seso y sexo, fui creado a imagen y semejanza del mismo Dios, y Él no se equivoca.
Soy feo, cuando despierto, me aseo “las cremas existen” ¡Qué bueno, Qué guapo! Y no tengo abuela. Me encanta reír a carcajadas, alborotadas, llorar de alegría por las buenas, aunque también por las malas.
Soy extremeño, a mucho empeño –empeñao hasta la médula, como la mayoría- español soy, cuando vengo y cuando voy, negativo optimista, demócrata anarquista, ciudadano anti-todo -casi nada- conformista, protestón, idealista, orgulloso y más que soñador, casi apolítico, casi tonto, casi crítico, casi media clase, casi 174 centímetros, setenta y algún kilos, casi canoso, casi 40 -Y tantos -Qué ingratos- tímido, bastante lívido, casi buena persona, a veces moro, a veces pinto y otras escribo, casi me culpo, casi me perdono, casi siempre insisto, y casi me llamo Pedro -ni a eso llego- porque me llaman Pedrito.