«ESO ES DE GUARRAS»
A ver quién era la guapa que no salía bien temprano, incluso antes de amanecío, a barrer el cacho calle, a restregar los umbrales y a echar unas calderetas de agua.
Los rellanos bien relucientes, las fachás blanqueás, los poyetes de las ventanas repasaos, rejas y tó, y las macetas sin ni una hoja descoloría ni una flor marchitá, que las cosas tién que está como tién que está, como los chorros del oro, pa que se puea comé en ellos.
-¿Oye que le pasa a la Alfonsa que no la he visto esta mañana?
-Ah, pues no sé, estará mala o algo.
Era la única excusa para no salir a barrer la calle, o haber ido a los médicos, o a ver a los hijos que están fuera, en ese caso las vecinas se limpiaban el trozo calle unas a otras, porque otra cosa era de guarras, y no hay mayor insulto para una extremeña que la digan «eso es de guarras».
Porque vamos, que no tenga que decir naide ná de vosotras, eh, que no sé lo que sos hago... Probes, pero bien escachapás. ¿Tú ves a fulanita o a fulanito cómo va? pues así ties que ir tú.
Otro sentido de esa frase, con connotaciones aún más negativas si cabe, es que fueras a salir a la calle como una pelandrusca; con el botón de arriba desabrochao; enseñando rodillas; sin el pelo recogío con una goma, una diadema o un cintillo.
O fumar, que eso también era muy parecido a ser de la familia de ese animal.
O atreverse a bajar sola más allá de los límites de la decencia, que solían estar en las últimas casas de los pueblos, y si era después de atardecío, esa ya estaba perdía.
-Por Dios donde vamos a llegar…¡Mírala!
-¿Tú l'as visto como va de pintarrajeá?
-Y sigue pa'bajo, ha perdío toa la vergüenza.
-¿Esa no fue la que se fue a la capital y se tuvo que vení porque la dejo el novio?
-Sí, esa, esa.
-Esa se pensaba que to el monte es orégano, pero ahí ha dao con hueso duro de roé, menúo es el Marcial, anda que no es formal ni ná.
-¿Qu'está con otro?
-Con unos pocos, según dicen, y al parecé así es.
-Anda ya, que la den, bastante tiene encima, la vendrá de familia.
Esto mismo, hecho por un hombre eran síntomas de hombría. Aunque los hombres también podían ser considerados como guarros era más bien cuestión de limpieza física. Hasta que por allá por los ochenta, empezaron a dejarse el pelo largo o ponerse pendientes y hacerse tatuajes, y eso también era de guarros.
Con el paso de los años empezaron a depilarse; a arreglarse las cejas; a echarse cremas; a ir a las peluquerías de mujeres etcétera. Las mujeres a ponerse pantalones, minifaldas, a cortarse las trenzas, llevar el pelo suelto, y esas cuestiones pasaron a ser cosas de la libertad, o libertinaje, efectos colaterales de la democracia.
En aquellos años del bum sexual, a las futuras madres se las responsabilizaba de su embarazo, fueran deseados o depenalti, mientras ellos continuaban jugando al fútbol.
-¿Tas enterao que fulanita dicen que está preñá?
-Sí, esa ha ido a pillarle porque tié posibles... Pero no va a sacar ná en claro porque él no la quiere.
-Claro y ahora querrá que se haga cargo de la barriga, pero él dice que no es suyo, que podría ser de cualquiera porque ha estao con unos pocos.
-Él está ennoviao hace años y no va a dejar a su novia por esa fulana, que se habrá creío esa.
Al atardecer, las vecinas salían con sus sillas de enea a escuchar la novela mientras hacían puntilla, bordaban, cosían, o remiendaban las ropas de sus maríos, y a sacar puntilla de tos y toas las que pasaban por el cacho calle que estaba limpio desde antes de amanecío, o de quienes se les venían a la cabeza, siempre y cuando no fuesen de sus familias o conocíos.
Porque eso sí, las cosas de guarras y guarros que les incumbían se hablaban de puertas pa dentro.
Madrid, 29 de junio de 2019
Pedro Moreno Parrina
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