elpregonero

QUE DICE MI PADRE QUE HEMOS MATAO UNA VACA

 

SE HACE SABER QUE…

Fue una mañana de a diario, me disponía a ir a la escuela, mi padre me dijo: cuando subas pa’rriba pa la escuela, pásate por casa del señó José, el pregonero, y le dices que hemos matao una vaca.

Inmediatamente todas mis alarmas pensativas se iluminaron ¿Qué le importa a ese señor que hayamos matao una vaca? ¿Qué motivos, que desconozco, pueden llevar a mi padre a hacerle conocedor a esa persona de que una vaca se hubiese roto una de las patas y su dueño le ofreciera a mi progenitor que la sacrificase para aprovechar la carne?

¿Por qué le vamos a decir al pregonero que hemos matao una vaca? -Le pregunté a mi padre-

-Tú vas y se lo dices y ya está -Me respondió él-.

Asín, sin más, sin explicación adicional alguna. Las faltas de respuestas me preocupaban especialmente porque me suponían, me suponen, un gran esfuerzo mental y físico. Descubrir o al menos intentarlo, qué cosas se ocultaban tras las no respuestas de mis padres, de mis hermanos mayores, de los profesores, etc., me suponían, me suponen, un proceso de investigación que no siempre llegaba, o llega, a dar un resultado satisfactorio.

No entendía nada, pero aún así llamé a la puerta, esperé a que me abriera y sin permitirle siquiera preguntarme qué quería, le espeté a aquel señor: que dice mi padre que hemos matao una vaca, e inmediatamente me di la vuelta y marché huyendo por si me pedía alguna explicación.

Sin duda que estuve durante todas las clases dando vueltas a la cabeza sobre qué habría pensado el pregonero sobre mi comunicado y preguntándome para qué serviría. Na más salir de la escuela fui a perseguir por las calles del pueblo al señor José, el pregonero. De repente lo encontré en uno de los cruces de las calles principales, la Gran Vía de Logrosán, y me dispuse a escuchar: primero el sonido estridente de la cornetilla, tras el cual, enérgicamente, voceó el mensaje: se hace saber que… en la carnicería de Parrina tienen a la venta carne de ternera fresca.

No era normal, en aquellos tiempos, que en las carnicerías del pueblo tuvieran disponible para la venta carne de ternera, ni fresca ni congelá, como tampoco lo eran, carnes magras y sin grasas, las de pollo de granja o de guarro blanco. Lo normal, que ahora ya no lo es tanto, eran las de cerdo negro o colorao cebaos para su consumo y sustento familiar y las de cordero criados igualmente con el mismo fin, gallos y gallinas de campo, etc.

Y así fue, esa mañana de diario, lo sé porque mis padres tenían abierto el despacho y había más personas de lo normal en la cola esperando turno para ser atendidas, que descubrí para qué servía la publicidad.

Madrid, 2 de marzo de 2021

Pedro Moreno «Parrina»

Firma pedro rojo En memoria de mi padre Jesús Moreno «Parrina» que el día 7 de julio cumpliría 91 años.

 

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