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En Nuñomoral, donde acamparon, los expedicionarios cenaron dentro de las tiendas, atendidos por los lugareños. Cuando llegó el momento del café, el ministro Piniés comentó su preferencia por tomarlo con un chorrito de leche. No había vacas, ovejas ni cabras en el núcleo, pero ese hecho no impidió para que un solícito vecino fuera y regresara con una pequeña cantidad de líquido. Mientras el político saboreaba su cortadito, le informó de que podía tomarlo con total confianza, ya que la leche era de su propia mujer y, «por cierto, muy buena».

En 1922 voces de alarma y horror denunciaban el atraso de Las Hurdes. Diversos personajes públicos habían denunciado la situación de abandono de la comarca: José María Gabriel y Galán, Miguel de Unamuno, el hispanista francés Maurice Legendre... Sin embargo, quien empujó a Alfonso XIII a aquella aventura fue Gregorio Marañón, autoridad mundial en endocrinología, quien diagnosticó la expansión masiva del paludismo y el tifus, propiciado por la insalubridad de las aguas, la falta de higiene y, en general, las miserables condiciones de vida de los jurdanos. Marañón no era un radical ni un histérico, Alfonso XIII lo sabía. El rey quiso comprobar qué había de verdad y qué de exageración en ellas.

En las Hurdes, consecuencia del hambre y abandono, la proporción de cretinos es del 15 por ciento. Cretino: que padece cretinismo. Enfermedad que se caracteriza por un déficit permanente en el desarrollo físico y psíquico y va acompañada de deformidades del cuerpo y retraso de la inteligencia; es debida a la falta o la destrucción de la glándula tiroides durante la etapa fetal.

Coria, Pinofranqueado, Camino Morisco, Nuñomoral, el Valle del Cerezal y las Hurdes Altas, entre otras, fueron las poblaciones que visitó.

Una secuela del viaje de Alfonso XIII fue la creación del Real Patronato de Las Hurdes, que encargó y publicó varios estudios sobre la situación comarcal. Además de consignar las denuncias sanitarias del doctor Marañón, el organismo identificó otros tres problemas muy graves: el analfabetismo generalizado; la escasez y mal estado de las vías de comunicación; y los males espirituales y morales de la población. Para paliar estos últimos, el Patronato planteó la construcción o reconstrucción de iglesias en todos los núcleos habitados, y la asignación de curas párrocos.

Cuando Luis Buñuel filmó su película Tierra sin pan en 1933, la situación de la comarca no había cambiado.

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Este artículo son, entre otros,  extractos del publicado por Pepe Verdú 23 de junio de 2019 en La Vanguardia.

 Enlace al documental: https://youtu.be/U0oHjp8A1Yk

 

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