Y de repente ¡tan vulnerables!
Se nos hizo añicos nuestra imagen, la que teníamos de nosotros mismos, así, de repente, ante nuestros ojos, tan distantes unos de otros, tan alejados, tan solos.
De repente se nos quebraron los abrazos y los besos enfermaron, tan distantes los hijos; los padres; los amigos.
De repente éramos espejos rotos, quebrados en pequeños trozos, tan iguales los unos a los otros, tan menguados, tan humanos.
¡Tan dañados! ¡Tan abatidos! ¡Tan débiles! ¡Tan asustados!
Tan dolientes, de repente, afilados como cristales a los que tan solo un pequeño golpe fue necesario para desbaratar nuestra utópica inmortalidad.
Éramos tan miserables que no nos habíamos dado cuenta de lo que era realmente importante, y de repente...
Madrid, 9 de abril de 2020
Pedro Moreno Parrina.