Allende el altozano posa ¡la luna llena!
Llena de un blanco halo las inhiestas belloteras.
Por el barrio la Virgen se alza ¡la luna nueva!
Nueva su capa de oro brillante y puras telas.
Azucenas, velas, niñas damas, damas viejas
Viejas alhajas de ojal, mantilla y pamela
Báculos, pendones, trajes grises, grises cerdas
Cerdas pulidas, bastones y los cintos de hebra.
Profesan logrosanos altivos por la cuesta
Negras peinetas y tricornios y batas negras
Tras la Señora del Consuelo fastuosa y esbelta.
Muchedumbre en las peñas, farolillos, casetas.
¡Llegan los mozos! vamos niña, las fiestas llegan
Por ende la plaza de España suenan verbenas.
En memoria de Don Alejandro Audije Broncano que fue mi maestro y mentor en la infancia, él fue poeta cantor de glorias a Dios, Cristo, Vírgenes y Santos, confío que alcanzase su merecida gloria. De él aprendí a recitar y conocer la poesía, han transcurrido ya 35 años desde que, en el cine Capitol, sombrero cordobés, fajín púrpura y botijo en ristre, acompañado de un asno flacucho y con más miedo que el propio, recité mi primer poema.